Por generaciones, las comunidades amazónicas han sostenido su existencia sobre una relación profunda y sagrada con la tierra. En ella han nacido y crecido, cultivando y tejiendo su identidad colectiva; sin embargo, por décadas se les ignoró y negó el reconocimiento de su existencia y la posesión de sus territorios.
En las últimas 2 décadas, esta brecha se ha ido reduciendo considerablemente, gracias a la alianza entre organismos no gubernamentales y el estado, quienes, a través de un trabajo articulado, han conseguido la titulación comunal de, aproximadamente, el 70% de las comunidades amazónicas.
A través del soporte técnico y financiero, desde su constitución, hasta la fecha, el Centro para el Desarrollo del Indígena Amazónico (CEDIA) ha impulsado la titulación de más de 600 comunidades amazónicas y este 23 de junio, en una ceremonia oficiada por la Gerencia Regional de Desarrollo Agrario y Riego (GERDAGRI), 21 comunidades más se sumaron a las 30 que han obtenido sus títulos comunales este año con el soporte del CEDIA y, actualmente, 50 se encuentran en pleno proceso de saneamiento físico legal.
Impulsar la titulación de las comunidades nativas y campesinas ribereñas de la Amazonía para el CEDIA es un deber, no solo porque reivindica su derecho a la tierra, sino porque les restituye el derecho a tomar sus propias decisiones y les da la seguridad jurídica para exigir la atención del Estado, a través de políticas públicas y programas de desarrollo urgentes y necesarios para mejorar sus condiciones de vida.
Así también lo reconoció, Victor Murayari apu de la comunidad nativa Santa Isabel de Yumbaturo, con quien conversamos tras haber recibido oficialmente su título de propiedad comunal, en este último evento, tras 2 años de haber iniciado este proceso con apoyo del CEDIA.

La comunidad nativa Santa Isabel de Yumbaturo se ubica en la cuenca del río Marañón, en el distrito de Parinari y está conformada por 55 familias que se reconocen como parte del pueblo Kukama Kukamiria. A través de Murayari intentamos conocerla y entender lo que significa para él y su pueblo haber recibido finalmente el título comunal de su territorio.
Muchas gracias por darnos un espacio para conversar sobre el título comunal que acaba de recibir. Sabemos que el proceso de titulación suele ser largo. ¿Cuándo iniciaron ustedes este camino y cómo ha sido hasta llegar a este momento?
Iniciamos formalmente en 2023, pero ya desde el año anterior veníamos haciendo seguimiento. Es un camino largo, a veces parece que no se avanza, y eso desanima a la gente. Muchos ya no creían que era posible. Pero hoy, al tener el título en nuestras manos, sentimos que valió la pena. Es un logro muy grande para nuestra comunidad.
Obtener un título comunal, no es solo contar con un documento cualquiera: representa seguridad jurídica y reconocimiento oficial. ¿Por qué fue tan importante para ustedes alcanzar este objetivo?
Porque este título nos respalda legalmente. Nuestra comunidad está en una zona fronteriza del distrito de Parinari y colindamos con San Juan de Lagunillas, que también está en proceso de titulación. El título nos permite demostrar con claridad dónde están nuestros límites, y nos ayuda a proteger nuestros recursos, como el capinurí, el aguaje, y también a exigir nuestros derechos. Dentro del territorio hay un pozo petrolero, y ahora podemos exigir una consulta previa si alguna empresa quiere ingresar.
Muchas comunidades enfrentan múltiples dificultades y barreras al no estar tituladas. ¿Qué dificultades tuvo que enfrentar su comunidad?
Principalmente, la falta de recursos económicos. Sin el título, no podíamos acceder a muchos beneficios ni programas del Estado. Por eso fue clave la coordinación con CEDIA para seguir adelante. Además, hemos sufrido durante más de 50 años los impactos del derrame de petróleo. No tenemos agua potable ni desagüe. Aunque somos parte del distrito de Parinari, hemos estado muy abandonados por las autoridades.

Con este nuevo escenario y el título ya en sus manos, ¿cómo sueña usted el futuro de su comunidad en los próximos años?
Quiero ver a mi comunidad embellecida, con servicios básicos y dignos. Necesitamos un puesto de salud bien implementado, un colegio adecuado para nuestros niños y, sobre todo, acceso al agua potable y al desagüe. Con este documento, ahora sí podemos presentarnos ante las instituciones, solicitar apoyo y ser tomados en cuenta.
Sabemos que una vez con el título, las comunidades pueden construir su plan de vida comunal. ¿Cómo visualizan ustedes esta herramienta en su camino hacia el desarrollo?
Ya empezamos a trabajar en nuestro plan de vida el año pasado. Este documento nos ayudará a planificar bien cómo queremos avanzar como comunidad. Hemos vivido décadas tomando agua contaminada del río, y eso no puede continuar. Con el título y el plan de vida, podremos acceder a proyectos que realmente mejoren nuestras condiciones y nos permitan proteger el territorio.
El acto de entrega de títulos fue un momento muy simbólico para muchas comunidades. ¿Cómo se sintió usted al recibirlo?
Fue una felicidad enorme. Una gran satisfacción personal y colectiva. Ver que todo el esfuerzo ha dado frutos, emociona. Estoy muy agradecido con todas las instituciones que hicieron esto posible, en especial al equipo de CEDIA y a los ingenieros que nos acompañaron en cada paso. Para nosotros, esto es histórico.
Finalmente, muchas comunidades recién están comenzando este largo camino. ¿Qué mensaje les daría usted a esos líderes y lideresas que aún esperan su titulación?
Les diría que no se rindan. Que tengan paciencia y sigan luchando. El camino es largo, pero vale la pena. El título comunal es esencial para proteger el territorio, para tener voz y mejorar nuestra calidad de vida. Les animo a seguir con firmeza y confianza, porque sí se puede lograr.
Redacción: Camila Morales